No tengo conocimiento de cómo se celebra en el conjunto de España esta fiesta de origen celta, pero sí sé, por experiencia propia, cómo se celebra en Vall-llobrega, un pequeño pueblo del Baix Empordà, a tocar de Palamós.
Los hechos que voy a relatar sucedieron hace cinco años.
Hacía días que se venía anunciando que en el pueblo se iba a celebrar esta fiesta y se aconsejaba a todos los mayores que tuviesen abundante provisión de dulces y caramelos en casa, puesto que parte de la fiesta consiste en que los niños, disfrazados de brujas, fantasmas y... no sé como denominar a algunos, van de casa en casa, llamando a la puerta, gritando truco o trato y hay que darles caramelos o dulces....
Yo había oído hablar de Halloween, como de una fiesta típica de Estados Unidos, Canadá o Inglaterra, pero no tenía noticias de que aquí en España se celebrara...
El caso es que desde un primer momento estuve en contra, no de la fiesta, ni de los disfraces, ni de que los niños llamaran a las casas a pedir caramelos... Yo lo único que pedí desde el primer momento fue que se respetara el derecho que yo tenía a que no se llamara a mi puerta.
Llamadme desalmada si queréis, pero en aquellos momentos no me apetecía ninguna fiesta. Y en ningún momento puse objeción alguna para que los demás hicieran lo que quisiesen.
Y expuse mis razones.
1º - Halloween no es una tradición española.
2º - No negaba el derecho de los demás de celebrarla, solo reclamaba mi derecho a que no se me obliguara a hacer o participar en algo que no yo compartía.
3º - Creo que es una cobardía que, por no participar en la "fiesta", se tomen las represalias de estrellar huevos contra las fachadas( y no pocos, en mi casa había 17 ) o harina por encima de los vehículos...
Fuimos unos cuantos vecinos los que no queríamos participar en esta fiesta. Algunos tenían bebés muy pequeños, invitados a cenar o simplemente queríamos estar tranquilos y lo que no queríamos era que, durante casi una hora, no nos dejaran ni respirar con los timbrazos.
Colgamos letreros en las puertas anunciando que no llamaran, pero...
Ja! Los letreros fueron arrancados y se formó la de Dios.
Llamaron y llamaron y llamaron. Y no había manera de hacerles entender que nosotros estábamos en nuestro derecho de pedir que no se nos molestara, y que no teníamos ni dulces ni caramelos...
El espectáculo era patético.
Habría tenido un pase si sólo se hubieran disfrazado los niños. Pero... Se habían disfrazado los niños, los papás, las mamás, y creo que hasta los abuelos... El pueblo parecía haber sido tomado por una horda de fantasmas, brujas, y... no sé definir a algunos de ellos.
Y... ¡A llamar a las puertas indiscriminadamente! Los vecinos con el niño pequeño que no paraba de llorar, yo de los nervios por que vi que no se respetaba mi opción y en cambio se me exigía participar en algo que no me apetecía...
¿Sabéis como acabó todo? Pues que por la mañana, todos aquellos que no habíamos querido participar en la fiesta, teníamos la fachada, toda entera de arriba a bajo, llena de huevos que habían lanzado como represalia.
Podéis comprender el cabreo de todos.
Yo a esto lo llamo gamberrismo puro y duro.
Lo que no puede ser es que se nos obligue a participar en algo que no nos apetece. Y lo que es peor. Lo que no se puede hacer de ninguna de las maneras es tomar represalias contra los que no han querido celebrar la fiesta.
Nadie negó jamás el derecho de los demás a que celebraran la fiesta. Yo soy la primera en respetar los derechos de los demás. Pero esos derechos de los demás acaban donde empiezan los míos. Y creo que hay mucha gente que se cree que todo el monte es orégano y que puede hacer lo que le plazca aun en contra de la voluntad de los demás.
Mañana es 31 de octubre, noche de Halloween. Veremos como acaba la fiesta. Por si acaso, yo ya he preparado la cámara de fotos...
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