En la época del Duque de Osuna, allá por el siglo XVI, existía en Madrid un personaje de alto copete llamado Don Gil Imón. Según algunas informaciones se trataba de un destacado fiscal del Consejo de Hacienda de la época de Felipe III. Otras fuentes parecen indicar que este representante gubernamental era en realidad un insigne alcalde.
Asistía a todos los actos sociales siempre en compañía de sus dos hijas, al parecer nada agraciadas físicamente y bastante bobas y cortas de entendederas, en definitiva una versión grotesca y antagonista de la beldad femenina.
A las muchachas, chavalas o jovencitas de aquella época se les denominaba "pollas". Como digo, las hijas del tal Gil no eran agraciadas físicamente, y al parecer, a esta carencia física se sumaba una merma intelectual destacable.
Los eventos sociales en los que se involucraba D.Gil Imón eran repetitivos y frecuentes. Su presencia en ceremonias, fiestas y compromisos no sorprendía a nadie, y mucho menos que acudiera siempre en compañía de sus hijas.
Cuando este señor se hallaba reunido, sus hijas pasaban aquellas horas de aburrimiento suspirando porque algún "pollo" o muchacho se les aproximase para llenarlas de consuelos y halagos.
Sin embargo, sus pretendientes, parecían poco inclinados a la lujuria o el romanticismo al comprobar que, aparte de adefesios, las "pollas" eran además bastante bobaliconas.
Así, de esta manera, cuando aparecía D.Gil Imón en compañía de sus hijas, se anunciaba: ¡Ahí llegan D.Gil y sus pollas!
Rápidamente la asociación de ideas fue inevitable y los personajes de la época, muy propensos a la invención de mofas, la sorna y el ingenio, comenzaron a fusionar en un mismo concepto la estupidez con las "pollas" o hijas de D. Gil Imón. Así, "Gil y "pollas" pasaría a ser cita o comentario explícito que aludía a la torpeza mental. Cuando uno quería señalar que alguien era o parecía alelado o corto de entendederas aludía a las "pollas" de D.Gil Imón
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