Perros y carteros han sido enemigos toda la vida. ¿Por
qué?, se preguntará mucha gente. Yo tampoco podía comprender su agresiva
actitud en contra de los carteros, hasta que un adiestrador
de perros me lo explicó. Y tiene su lógica.
El perro lo único que hace es proteger y defender su
territorio de los intrusos.
Y ¿qué hace el cartero? Meter la mano y tocar una
parte de este territorio que defienden: el buzón.
Los perros no entienden por qué se les enseña a
proteger aquella casa y todo lo que la rodea, y en cambio se les prohíbe atacar
y morder a aquella persona que, día tras día, hace una incursión en su
territorio, toca aquella caja que cuelga de la pared y se marcha tan campante.
Según este especialista en perros, no se trata de nada relacionado con el color
del uniforme, el ruido de la moto o el olor que pueda emanar el cartero. Todo
se reduce a una simple cuestión de defensa territorial.
Así pues, tendré que aceptar su actitud como una
cosa normal.
Lo que no puede ser normal de ninguna de las maneras
es el comportamiento de alguno de estos perros. Os aseguro que son de lo más variopinto.
A este le llamo el" perro escalador".
Como aquel que dice, ese perro y yo nos conocemos de
toda la vida, puesto que cuando lo vi por primera vez no era más que una
pequeña bola de pelo. Pero con el paso de los días, la bolita de pelo empezó a
crecer y crecer hasta convertirse en un magnífico ejemplar de pastor alemán. De
tamaño impresionante, al igual que sus colmillos...
Y su mal genio también creció y creció hasta
convertirse en auténtico odio hacia mí.
Al principio, cuando solo era un cachorro, permitía
que yo le acariciara y llegué a hacerme la ilusión de que llegaríamos a ser
amigos. Pero no tardó en empezar a manifestar su oposición a que yo entrara en
la finca o tocara aquel buzón.
La casa estaba rodeada de un gran jardín y un muro
de considerable altura se extendía por todo su perímetro.
El buzón estaba perfectamente colocado, en el
exterior de la finca, junto a la puerta exterior, en el punto ideal para poder meter
el correo sin bajarme de la moto.
El perro estaba casi siempre suelto por la finca,
tras el muro, sin poder alcanzarme. Tal vez fue por esto que no tardó en poner
de manifestó que no le hacía demasiada gracia que yo me acercara a aquella
finca sin poder hacerme nada, y así empezó a desarrollar su particular habilidad.
Al principio sólo ladraba y se contentaba con
enseñarme los dientes, aunque en un tono no muy amigable que digamos. Cuando
creció un poco más empezó a saltar detrás de la puerta y del muro, como
queriendo salir a la calle y darme un buen mordisco, pero ese muro era
demasiado alto para él, no lo podía saltar de ningún modo.
Y la cosa se fue complicando más y más, hasta el
punto de que se me ponía la carne de gallina solo de verle ladrar, con todos
los pelos del lomo de punta, escupiendo espuma por la boca, al tiempo que se
ponía de pié sobre sus patas traseras y se apoyaba en el muro con las
delanteras.
Cada día igual, y como no dejaba de crecer, cada día
sobresalía un poco más por encima del muro. Hasta que me di cuenta de que,
apoyado con las patas delanteras encima del muro, utilizaba las traseras para
trepar e intentar alzarse y saltar al otro lado.
Por descontado que llamé la atención del dueño de la
casa, pero me explicó que era imposible que el perro saliera de allí. Aquel
muro tenía más de metro y medio de altura y el perro jamás lo saltaría.
Pero…
Un buen día, apoyándose en sus patas delanteras y
trepando con las traseras, el perro consiguió escalar el muro. El susto que me
llevé fue tremendo. Por suerte, y por otro incomprensible comportamiento de
estos animales, cuando el perro estuvo fuera de su recinto se contentó con
ladrarme y escupirme un montón de babas.
¿Quién dijo que era imposible que saltara aquel
muro? Esos bichos, por tal de atacar al cartero, son capaces de cualquier cosa…
He conocido muchos perros y he visto muchos
comportamientos extraordinarios. Pero nunca había conocido un perro escalador.
Ya no puedo decirlo.
Ese día todo quedó en un gran susto. Pero desde
entonces, antes de parar ante ese buzón, me aseguro de que el perro esté
encerrado en la casa o atado en el patio. Y también me aseguro de llevar una
gran piedra oculta en la moto, pero bien a mano, por si acaso…
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