Sin orden ni
concierto, y sólo visibles desde el aire.
A lo largo de mi vida he leído gran cantidad de
libros y artículos sobre estas misteriosas líneas. También las he sobrevolado
con una avioneta, y el espectáculo que se ofreció ante mis ojos me dejó sin
aliento. Sabía que eran impresionantes, pero lo que vi me hizo comprender que
realmente aún hay muchos enigmas por resolver. Y este era uno de ellos,
uno de tantos en que las supuestamente
lógicas explicaciones de los científicos no respondían, ni mucho menos, ni a la
mitad de mis preguntas.
-Algo no encaja – recuerdo que pensé…
Ha habido personas, como la alemana María Reiche,
que han dedicado toda su vida a intentar encontrar una respuesta al cómo y,
sobretodo, al porqué se hicieron. Y la verdad es que hasta el momento nadie se
pone de acuerdo en dar una respuesta lo suficientemente coherente y con un
mínimo de fundamento científico.
El único hecho cierto es que son reales, que están
ahí. Pero el auténtico misterio radica en ¿quién las hizo? ¿Cuándo? ¿Cómo
pudieron ejecutar una obra de tal envergadura que solo es visible desde el
aire, si en teoría no se conocía la aviación? (Y eso de que no se conocía la
aviación es algo que yo particularmente lo pongo en duda y ya comprenderá más
adelante el lector el porqué de esa duda) Y por encima de todo, ¿Por qué? ¿Cuál
fue el motivo que movió a un grupo de personas, de una desconocida época muy
remota, a invertir su tiempo en tamaña obra?... Estas y muchas más son las
preguntas que han danzado en mi interior desde que tuve conocimiento del tema.
Y cuanto más leía y más información recibía, más dudas se me planteaban de que
las explicaciones oficiales pudieran ser del todo ciertas.
En Perú, a 450 kilómetros al sur de Lima y cerca
del océano Pacífico, se encuentran las pampas de Ingenio, Nazca, Palpa y Socos,
y en el terreno que comprenden estas cuatro pampas se ubican la mayoría de las
denominadas Líneas de Nazca.
Están hechas en una zona desértica donde lo más
que llueve es ½ hora de promedio cada dos años. Para hacerlas no había más que
apartar la capa superior de cantos rojizos por la oxidación del hierro que
contiene la superficie de aquellas pampas y queda al descubierto la capa
inferior de color blanco. La profundidad de los surcos es de apenas 30
centímetros por entre 20 y 60 de ancho. Suficiente para que, gracias a las
peculiares condiciones climáticas del lugar, se hayan mantenido durante...
quien sabe cuántos años.
Este es otro de los puntos más obscuros de todo el
misterio.
En esta foto
tomada desde satélite podemos observar la magnitud de estos trazados. Algunas de las líneas son kilométricas, y sus diseñadores no dudaron en atravesar colinas, valles y lo que hiciera falta.
¿Con qué objetivo? Tal vez algún día se sepa.
En esta región miles de líneas se extienden por
520 km², y algunas incluso se prolongan hasta un área de 800 km².
Las longitudes de las líneas son variables, llegando
a medir algunas hasta varios km de largo.
Este es un plano de la situación de alguno de los dibujos. Esta es la zona que sobrevuelan las avionetas con los turistas, pero hay muchos más dibujos que no se enseñan...
La primera noticia que se tiene de ellas es la de
Cieza de León, que ya hablaba de ellas en 1550 y las definía como señales
trazadas en la tierra para indicar direcciones. Está bien claro que Cieza de
León tan sólo pudo observar una parte de ellas y sólo desde el suelo. Jamás
pudo tener una vista completa, ni mucho menos aproximada, de lo que tenía por
delante.
En 1.931, una expedición americana, la de Shipees
Johnson, que estudiaba sistemas de riego de regiones antiguamente cultivadas,
las fotografió por primera vez.
En 1.934, el historiador neoyorquino Paul Kosok,
las vio y dedujo que, fueran quienes fueran quienes las hicieron, necesitaron
grandes conocimientos matemáticos. La precisión en cuanto a la rectitud de las
líneas, la proporcionalidad de los enormes dibujos, la enorme superficie que
ocupaban… Todo ello no se podría haber realizado sin unos profundos conocimientos
matemáticos y de diseño hasta ahora desconocidos en los remotos pobladores de
aquella desolada zona.
Pero fue a partir de 1946 cuando se estudiaron con
profundidad. Y fue María Reiche, quien tradujo el informe de Paul Kosok e hizo
de las Líneas su vida. Se mudó a una choza cercana y las estudió, las recorrió,
las midió centímetro a centímetro, las fotografió e incluso las barrió con una
escoba para verlas mejor.
En 1.950 María Reiche publica con Kosok el primer
libro sobre el tema. A pesar de dedicar toda su vida al estudio de estas
enigmáticas líneas, aun no se ha podido descubrir qué sentido tenían realmente,
porqué se hicieron, cómo i quienes las hicieron. Jamás se pudieron sacar
conclusiones firmes de aquel enigma.
Con un premio que le dieron en Europa en 1.974,
María Reiche construyó una torre metálica de 12 metros de altura desde donde se
pueden ver algunas de las figuras. Pero no hay ningún sitio desde donde se
puedan ver ampliamente y mucho menos en su totalidad.
Para verlas en todo su esplendor y con todos los
detalles, solo hay una manera de hacerlo, y es desde el aire. Solamente
sobrevolando la extensa zona se pueden ver bien. Más de 520 km2 es
una superficie demasiado extensa como para abarcarla de otro modo.
Lo primero que llama la atención sobre el conjunto
es el caos aparente. Cientos o tal vez miles de líneas perfectamente rectas que
parten en todas direcciones y que algunas de ellas miden centenares, e incluso
algunos km de largo. Son líneas sin orden aparente, no nacen en ningún sitio y
no van a ninguna parte, sin ningún orden aparente. Muchas de ellas se cruzan
entre sí, otras están solas, también se pueden observar algunas de ellas mucho
más anchas que las demás, semejantes a pistas o largas explanadas.
Sobre las líneas se superponen las grandes figuras, que oscilan entre los 20 metros de envergadura de las más pequeñas y los más de 600 metros de longitud de las más grandes. Todas ellas parecen situadas arbitrariamente, sin orden aparente, pero fácilmente identificables desde el aire.
Sobre las líneas se superponen las grandes figuras, que oscilan entre los 20 metros de envergadura de las más pequeñas y los más de 600 metros de longitud de las más grandes. Todas ellas parecen situadas arbitrariamente, sin orden aparente, pero fácilmente identificables desde el aire.
También se pueden observar gravados en las paredes
rocosas de algunas de las colinas que rodean aquellas pampas. Algunos de ellos
son dibujos antropomorfos, es decir, dibujos con una cierta apariencia humana.
Rostros sonrientes con grandes ojos, otros de cuerpo entero, pero realizados
aparentemente con una técnica bastante tosca, otros que representan
determinadas partes del cuerpo como por ejemplo unas manos, que parecen saludar
a aquel que las está observando…
Se ha encontrado representación de fauna
perteneciente a diversas partes del mundo, cosa que ha desconcertado
enormemente a los estudiosos. Se pueden observar cóndores, representantes de la
fauna del lugar, una ballena, en representación de los habitantes del mar,
colibrís, de las zonas selváticas, monos, arañas, que según profundos estudios
realizados sólo viven en zonas de la profunda selva amazónica, una especie de
perro o lobo… e incluso, para más sorpresa de todos, un canguro, que supuestamente
sólo podemos encontrar en Australia.
La primera pregunta que se me plantea es, ¿De
dónde sacaron los modelos de ciertas especies supuestamente desconocidas para
aquellas tribus de indígenas?
-Que me expliquen a mí, cómo los pobladores de aquellas
pampas de hace unos 2.000 años (según las dataciones oficiales), tenían
conocimiento de la existencia de los canguros…
Y ante todo, ¿Cómo pudieron realizar semejante
obra sin visibilidad, y con qué técnicas las hicieron?
María Reiche dedujo que las medidas se tomaron con
estacas y una cuerda de un codo de longitud (unos 33 centímetros), pues todas
las líneas y radios son múltiplos de esta unidad. Además descubrió muchos
sitios en que esas estacas habían sido clavadas conservándose incluso algunos
restos de ellas. Gracias a estos restos se pudieron datar las Líneas. Se les
confiere una antigüedad aproximada de no más de 2.000 años y se supone fueron
hechas por los Nazca.
Claro que, esta es sólo una opinión.
Hechas con cuerdas y estacas... A pesar de que esta es una de las teorías más aceptadas, me cuesta muchísimo entender cómo, un puñado de hombres armados solamente con un montón de estacas y unas cuerdas, sin posibilidad alguna de ver de ninguna manera lo que hacían, puesto que una extensión de más de 520 km2 es una zona demasiado amplia y tampoco hay en aquella zona montañas suficientemente elevadas ni para verla parcialmente, pudieron trazar todo aquello con tan pasmosa perfección. Solo un par de colinas ofrecen una vista de una mínima parte del conjunto. Pero debemos recordar que las figuras y los trazados se extienden mucho más allá incluso de aquellas desoladas pampas. Podemos encontrar trazados y dibujos en una amplísima zona de aquella pare de Perú, en superficies planas, en colinas, incluso en la cima de pequeños cerros donde la visibilidad es mucho más limitada.
Además, según todos los estudios, aquellas
desoladas pampas estaban escasamente pobladas por pequeños grupos de indígenas
que trabajo tenían para sobrevivir. Y un trabajo de tamaña magnitud no se
realiza con media docena de hombres…
Los estudiosos del tema pueden decir lo que
quieran pero me cuesta mucho imaginar a esos hombres con sus cuerdas y estacas
trazando a ciegas unas líneas que mantienen su exacta rectitud durante cientos
de metros y unos dibujos de enorme envergadura y que solo son visibles desde el
aire...
Y aunque supongamos que los científicos tienen
razón y ese fue el método empleado, ¿Cuántos años hubieran necesitado para
lograr su objetivo?
Pensemos un poco con la cabeza. Los pocos
pobladores de aquella zona tenían que invertir parte de su tiempo en construir
sus viviendas, los acueductos que les proveían de agua, cultivar los campos
para su sustento, elaborar sus herramientas, y muchísimas cosas más.
Si lo hubieran hecho realmente aquellas gentes,
también hubieran necesitado tiempo para cortar las estacas de madera de los
pocos o inexistentes árboles de la desolada zona o trayéndolas de vete a saber
qué lejano lugar, tejer las cuerda con Dios sabe qué plantas o también
trayéndolas de algún lugar lejano, porque el algodón era empleado para los
tejidos de las telas… No debemos olvidar que toda aquella gran zona de Perú no
es más que un inmenso desierto donde, en su mayor parte no crece absolutamente
nada. ¿O es que además me quieren hacer creer que también cultivaban extensas
áreas de algodón, que crecía casi por encanto, para tejer todas las cuerdas que
necesitaron?
Realmente estas explicaciones no caben en mi
cabeza…
Pero tal vez, el misterio más insondable es el del
porqué. ¿Cuál fue el motivo que supuestamente movió a aquellas gentes, si es
que fueron los Nazca los que las hicieron, a dejar de lado todo lo demás y
dedicarse durante muchos años a trazar líneas y figuras en la superficie del
desierto y que, para postres, no se pueden ver desde el suelo?
En esto sí que nadie se pone de acuerdo. Ni
siquiera la propia María Reiche. Jamás nadie ha conseguido probar lo más
verazmente posible ninguna de las muchas teorías que se han elaborado al
respecto.
Se ha hablado de señales para indicar direcciones,
dibujos del firmamento, calendarios solares o estelares, símbolos religiosos
ofrecidos a unos supuestos dioses, dibujos de constelaciones...
Ninguna teoría funcionó al completo. Si bien
algunas líneas apuntan a determinados lugares o a ciertas estrellas, la mayoría
de ellas no conducen a nada ni a ningún lugar determinado.
Tampoco se ha hallado ningún sentido lógico para
los enormes dibujos. Y mucho menos para los que representan especies en teoría
desconocidas para aquellas gentes.
Nada coincide con nada en su totalidad. No son
constelaciones, ni calendarios, ni rutas a seguir…
Pero están ahí. Ofreciéndonos su mudo saludo a
quienes las observamos pero sin desvelar uno de los enigmas mejor guardados de
la humanidad. Una humanidad perdida en las brumas de un pasado, tal vez tan
remoto, que muchos no se atreven ni siquiera a imaginar.
En la historia de nuestro pasado quedan aún muchas
lagunas por rellenar. Todos sabemos que antiguas culturas y poderosas
civilizaciones nos han precedido. Lo que tal vez no sabemos con exactitud es
qué grado de conocimiento científico y técnico poseían estos antiguos
pobladores de la Tierra. En estos momentos sólo tenemos unos pocos indicios,
que la mayoría de las veces son negados con obstinación por parte de los
científicos, que apuntan que no somos la primera civilización desarrollada
científica y técnicamente que ha poblado el planeta.
La verdad es que todas y cada una de las teorías
al respecto tienen su propia lógica y sus posibilidades de ser ciertas, y lo
peor de todo es que no hay ninguna que se pueda probar o descartar
definitivamente.
Así pues, el misterio está servido.
Tuvimos muchos problemas para conseguir un hueco
para volar aquella mañana. La mañana había amanecido nublada y los vuelos se
habían retrasado o cancelado. Al final, y gracias a nuestra negación a abandonar
aquel lugar sin volar y a mantenernos firmes en nuestra decisión hasta pasadas
las cuatro de la tarde, nos hicieron un hueco.
Momentáneamente se me hizo un nudo en el estómago.
Con los nervios y la emoción no había reparado en un “pequeño detalle”.
Me aterran las alturas, y mucho más si van acompañadas de movimientos bruscos
arriba y abajo o inclinaciones y giros violentos hacia todos los lados, caso de
una avioneta pilotada con la idea de permitir ver el suelo a sus viajeros. Por
unos segundos me imaginé la posición en que debía volar para que desde su
interior se pudieran ver unos dibujos que están muchos metros más abajo, en el
suelo. Un estremecimiento me recorrió la espalda de arriba abajo. ¡Yo, que no
soy capaz de subirme a una simple montaña rusa, me iba a montar en una avioneta
que parecía un pajarito e iba a volar haciendo piruetas por el aire!!!...
Pero no tuve demasiado tiempo para pensar en ello.
Realmente tampoco no quise pensar en ello. Enseguida nos hicieron pasar por los
controles de la policía y nos acompañaron a la avioneta.
¡Y menuda avioneta! Sólo cuatro plazas, contando
al piloto. Como digo, aquello parecía un pajarito. Y por el aspecto de su
interior y de sus mandos y paneles, me dio la sensación de estar frente a un
aparato de la Segunda Guerra Mundial un poco remodelado y pintado. Pero mi
mente se cerró en banda ante los posibles riesgos y ante todos mis temores. No
vacilé ni un solo segundo y decidida a pasar unos momentos inolvidables me
propuse disfrutar hasta el más mínimo detalle de la experiencia.
.
El piloto nos dio una serie de instrucciones para poder apreciar mejor los dibujos que siempre le agradeceré. Nos ofreció unos auriculares, con los que podríamos escuchar sus explicaciones y nos dijo:
“-Cuando estemos arriba y yo les indique, deben
fijarse en la zona del suelo que queda justo debajo de la punta del ala en
ángulo de noventa grados. Inclinaré el avión para que todos tengan una perfecta
visión del suelo…-”
Gracias a este detalle pudimos apreciar todos los
detalles de aquellas misteriosas líneas. Y gracias también a la habilidad del
piloto, que en todo momento situó el aparato en una posición perfecta.
Cuando llegamos a la pista y a medida que nos
acercábamos al avión volví a sentir un estremecimiento.
¿Seguro que “aquello” podía volar? Por fuera se
veía como nueva, pero por dentro... Ni os lo cuento. Aquel avioncito debía de
ser bastante antiguo, porque no conocía lo que son los paneles digitales. Todo
eran palancas y botones. Todo era de manejo manual. No entiendo mucho de
aviones pero, me dio toda la impresión de que iba a subirme a un aparato muy
antiguo. Como dije antes, de la Segunda Guerra Mundial, solo que un poco mejor
decorado…
Todo fue muy rápido. Arrancó el motor y rodó hasta
colocar el aparato en un extremo de la pista. Esperó unos momentos y enseguida
se oyó por los auriculares: “Puede despegar”
Aquello empezó a coger velocidad hasta que...
¡Hop!, Estábamos en el aire. El corazón casi se me sale por la boca. El morro
de la avioneta se levantó bruscamente hacia el cielo al tiempo que el piloto
hacía girar el aparato para situarlo en la dirección correcta y el paisaje
comenzó a danzar a nuestro alrededor hasta quedar muchos metros por debajo de
nosotros. La sensación de abandonar el suelo con una avioneta tan pequeña es
indescriptible. De pronto te ves suspendida en el aire y lo primero que te
viene a la cabeza es la fragilidad de tu situación en aquellos momentos.
Piensas que, si por algún motivo se detuviera la única hélice que nos mantenía
en el aire... No quiero ni imaginarlo. Sólo se me ocurrió rezar para que no
sucediera.
Pero esta angustia es momentánea. Una descarga de
adrenalina se dispara en tu corazón y cuando la avioneta alcanza la altitud
deseada y tras unos cuantos giros a derecha y a izquierda se estabiliza, esta
angustia se convierte en asombro. A las personas que como yo no habíamos volado
nunca en un aparato tan pequeño, nos faltan ojos para acaparar tanta belleza.
La sensación de poder ver con tanto detalle el suelo a vista de pájaro es
impresionante.
Fuimos ganando altura hasta alcanzar los 300 – 400
metros de altitud. No muy lejos de donde estaba el aeródromo, el piloto nos
dijo que estábamos llegando a la primera figura. El avión dio un brusco giro,
primero a la derecha y luego a la izquierda, con una inclinación tan fuerte que
teníamos que sujetarnos bien fuerte para no rodar de un lado a otro del
aparato. Primero me desorienté un poco. Me costaba bastante mantener un poco
tranquilo a mi sentido del equilibrio y por unos segundos todo empezó a dar
vueltas a mi alrededor. Pero en seguida aprendí como no marearme. Adopté la
táctica de no mirar abajo durante esos breves segundos en que la avioneta
realizaba aquellos bruscos giros con sus cambios de inclinación. Y realmente
funcionó. Conseguí no marearme y disfrutar así de la más fantástica media hora
de mi vida.
Habíamos llegado a la primera figura. El
“astronauta”, lo llamaba el piloto. Era una gran figura trazada en una colina
rocosa y que, con una mano alzada, parecía saludarnos. Era asombroso. Era
claramente la figura de un ser humano. Dijo que la llamaban así por la forma de
la cabeza, que era redonda y desproporcionadamente grande, con un par de ojos
redondos de mirada inexpresiva.
No me costó en absoluto distinguir aquella figura. Al igual que todas las demás que fuimos viendo y que el piloto nos fue indicando, el mono, la ballena, el cóndor, la araña, el colibrí, las manos, el perro... se podían distinguir claramente en el suelo de aquella pampa. A parte de aquellos dibujos claramente identificables, había muchos más que eran formas geométricas, cuadrados rectángulos, triángulos... Y también había muchos más que no se podían catalogar. De pronto aparecían unas manos, o una espiral, o algo que no podíamos interpretar.
Pero lo que realmente llamaba la atención, las
reinas de la pista, eran las líneas.
Ya antes había visto fotografías y me habían
hablado del caos de líneas que hay en aquella superficie, pero aquello desborda
todo lo imaginable. Realmente hay que verlo para creerlo. La perspectiva de las
fotografías es muy limitada. Solo se puede apreciar una pequeña parte en cada
una. En cambio desde allá arriba, desde una altura considerable, la amplitud de
la visión me ofrecía un enfoque mucho más completo.
Había cientos, tal vez miles de líneas por todas
partes. Eran líneas completamente rectas, que no seguían ningún orden aparente
y que se mezclaban, cruzaban y cortaban caóticamente. Las había de cortas,
algunas más largas, e incluso las había tan largas que se perdían en el
horizonte y no podía apreciarse hasta donde llegaban. También se podía observar
claramente que su grosor variaba sensiblemente de unas a otras. Unas eran
finas, eso según la apreciación aérea, puesto que en el suelo tendrían unos
20-30 centímetros de ancho, otras eran bastante más anchas, unos 40-50
centímetros, y también las había que no se sabía si catalogarlas como líneas o
como auténticas pistas, ya que su anchura podía alcanzar desde un metro y
ensancharse hasta los 5 ó 6 metros. Todo ello sin perder su perfecta simetría.
Pero todas esas líneas, tanto las más largas, que
se perdían en el horizonte por su extraordinaria largura, como las más cortas,
así como en sus distintos grosores, tenían un detalle en común. Tal vez era ese
el detalle que las hacía tan enigmáticas: su perfecta rectitud y su anchura,
que se mantenían a la perfección en toda su longitud., todas eran perfectamente
rectas. Lo cierto era que aquello era un auténtico galimatías. ¿Qué sentido podían
tener todas aquellas líneas, que como me habían indicado, no nacían en ningún
sitio ni iban a ninguna parte? Y lo más asombroso de todo, ¿Cómo se las habían
compuesto para mantener en todo momento aquella rectitud a lo largo incluso de
centenares de metros?
Todos estábamos realmente maravillados, al tiempo
que, inconscientemente, intentábamos hallar una mínima lógica a todo aquel
sinsentido.
María Reiche las estudió muy profundamente e
intentó descifrar su secreto. Pero no lo consiguió. Jamás nadie ha hallado una
explicación convincente para aquel meollo de líneas que se cruzan las unas con
las otras y que no indican nada ni señalan ninguna cosa.
¿O tal vez sí?
Sinceramente, creo que ni yo ni nadie pudiera
realizar semejante trabajo sin un propósito específico. Es de suponer que, en
su momento, aquellos más de 520 kilómetros de pampas desoladas cubiertos de
trazos y dibujos por todas partes, cumplieran alguna misión muy concreta.
Personalmente pienso que, mientras que los
científicos que las estudian y las catalogan tan a la ligera como meros
calendarios o simples dibujos de carácter ritual para unos inciertos dioses, no
abran un poco sus mentes e investiguen con más profundidad antiguas leyendas y
tradiciones de un incierto y, muy posiblemente, muy remoto pasado de la
antigüedad de la humanidad de esta zona, no avanzaremos nada.
Creo que ya va siendo hora de que nos quitemos la
venda de los ojos y aceptemos, de una vez por todas, que en el pasado remoto de
la humanidad hay ciertos vacíos y lagunas que nadie ha conseguido llenar con
explicaciones convincentes.
Sinceramente pienso que, una parte del pasado de
la humanidad, un glorioso fragmento de alguna perdida civilización mucho más
evolucionada de lo que nos es conocido hasta el momento, permanece oculto a la
espera de que alguien tenga el suficiente valor de enfrentarse a todos los
dogmas y presunciones actuales y lo saque a la luz.
El mundo entero está lleno de indicios, misterios
y enigmas que, una vez tras otra, han sido fulminados por la élite científica
que no cesa en su empeño de atribuirlos sin pestañear a templos religiosos o
calendarios. Esa es siempre su salida más concurrente cuando no le encuentran otra
solución a alguno de esos enigmas. Un motivo religioso. Pero, ¿es que esas
remotas gentes solo vivian de la religión? Me cuesta mucho creerlo.
Y aquel día, con lo que estaba viendo, me convencí
de que aquello tenía que ir mucho más allá de un simple entretenimiento de unas
gentes que trabajo tenían para malvivir en aquella desolada zona.
Pero no acabaron aquí mis sorpresas.
Cuando ya casi habíamos visto todos los dibujos
que estaban programados, el piloto nos dijo que nos iba a hacer un regalo.
Dejamos atrás la plana superficie de la pampa que
habíamos sobrevolado hasta entonces y dirigió la avioneta hacia un pequeño
altiplano de escasa altitud que había no muy lejos de allí.
Nos indicó que miráramos al frente y que no
perdiéramos el suelo de vista. Con gran habilidad realizó un picado descendente
y... Se me cortó el aliento cuando vi lo
que tenía ante mis ojos.
“Solo para vosotros...” Nos sonrió el piloto
cuando vio nuestros rostros descompuestos por aquella sorprendente visión.
Aquello sí que era una locura. ¿Qué se supone que era aquello? Se lo pregunté
al piloto y lo único que conseguí fue que se alzara de hombros.
La maniobra que había realizado el piloto había
sido muy hábil. Con aquel picado descendente, lo que nos había mostrado era lo
más parecido que he visto en mi vida a... ¡Una pista de aterrizaje!
Era perfectamente plana y larga, muy larga. Y su
anchura variaba sensiblemente de un extremo al otro.
En la visión que nos mostró el piloto se podía
apreciar claramente que, en el extremo en que se iba a aterrizar, era mucho más
ancha que en el otro.
-“Eso es bastante frecuente en lugares done a la
hora de aterrizar te puedes encontrar con corrientes de aire que puedan desviar
el aparato – nos aclaró el piloto – Luego, una vez has tomado tierra, la
anchura que tiene esta pista es perfecta para rodar el tiempo que necesites
hasta detener el aparato…”
Por unos momentos, de no ser porque enseguida
rectificó el rumbo y volvió a ganar altura, hubiera jurado que la intención de
nuestro piloto era aterrizar allí mismo.
¿Parece o no una auténtica pista de aterrizaje?
No me lo podía creer. El corazón galopaba
alocadamente en mi pecho y sentí como se alteraban todos mis sentidos. No me
podía creer que aquello fuera realmente una pista de aterrizaje. Era imposible.
Aquello había sido trazado hacía casi dos mil años, y es de suponer que en
aquella época no había aviones ni nada que pudiera necesitar una pista de
aquellas características. ¿O tal vez sí? Por unos momentos me pregunté qué
estaba pasando. Sentí como algo en mi interior comenzaba a resquebrajarse.
Traté de imaginar otras funciones para aquella
pista. Le di mil vueltas en la cabeza y empecé a tratar de imaginar para qué se
podría haber utilizado aquella pista.
¿Para celebrar rituales o fiestas? No tenía ni por
asomo las dimensiones adecuadas. Para rituales o fiestas debería ser una superficie más cuadrada, no tan larga y tan
estrecha.
¿Podría ser alguna especie de camino o pista para
ir a…? ¿A dónde? Aquella especie de altiplano, aunque no demasiado alto, está
flanqueado por abruptos barrancos que impiden el acceso a aquella pista desde
abajo.
Nada tenía sentido.
-¿Podrías aterrizar ahí? ¿Serviría como pista de
aterrizaje? Pregunté de nuevo al piloto.
-Pues claro que podría hacerlo. Su estado es
perfecto. Y os puedo asegurar que incluso con más seguridad y tranquilidad que
en muchas de las pistas de los aeropuertos actuales. Impresionante, ¿verdad?
Impresionante... Yo mejor lo definiría como una
delirante locura. Si tenía que considerar aquello como una pista de aterrizaje,
tenía que considerar que fue hecha por algún motivo. Y el único motivo que se
me ocurre para construir una cosa así, es para ser utilizada para tal fin...
Como digo, aquello me parecía una auténtica locura.
Claro que, para rematar la jugada, aquel piloto se
guardaba un as en la manga. Ya nos había mostrado aquella especie de... pista
de aterrizaje, que a todos nos heló la sangre en las venas. Ahora faltaba la
guinda del pastel.
Nos apartamos un poco más de la ruta que seguían
las avionetas en el vuelo turístico y
volamos un rato hacia otra zona no muy distante.
-Esto lo hago por vosotros – continuó explicando
el piloto – Creo que os merecéis un premio por lo que ha pasado antes.
¿Otro premio? ¿Qué nos tendría reservado ahora
aquel hombre?
Permanecimos en silencio absoluto durante el corto
trayecto. El corazón seguía latiendo con fuerza. ¿A qué se estaría refiriendo
ahora?
Sobrevolamos una zona de pequeñas colinas y llegamos
a otra pampa y de nuevo maniobró la avioneta para que pudiéramos ver bien el
suelo.
-El último dibujo- nos informó – es un colibrí.
Fijaros bien en él.
Me escamó que nos recalcara que nos fijáramos bien
en aquel dibujo y de nuevo me pregunté qué nueva sorpresa nos aguardaba.
-Ahí está. Observadlo con detenimiento...
Efectivamente, era otro colibrí, muy parecido al
que ya habíamos visto antes. No costaba mucho de distinguir que se trataba de
un enorme pájaro con las alas extendidas, tal vez un poco más grande que el
otro, y que, por su largo pico, había de ser un colibrí. Lo observamos
atentamente, primero por el lado derecho y luego por el izquierdo.
El piloto se percató en seguida que no nos
habíamos fijado bien en lo que él quería y nos dijo que daría otra pasada, pero
que debíamos centrar nuestra atención en el cuerpo del pájaro. Concretamente en
un pequeño dibujo que había en su interior.
Un par de giros más y centramos nuestra atención
en el punto que nos había indicado el piloto.
Creo que todos palidecimos. A mí casi se me para
el corazón ante aquella sorprendente visión. No podía dar crédito a lo que
veían mis ojos. Miré al piloto sin poder articular palabra y él me sonrió
complacido. Comprendió que ahora sí lo habíamos visto y me guiñó un ojo.
Si lo que nos había mostrado antes no tenía
ninguna lógica, esto lo superaba con creces.
El dibujo era muy similar a los que ya habíamos
visto en la otra pampa, pero al fijarnos mejor, pudimos advertir claramente
que, el pequeño dibujo que había en el interior del cuerpo de aquel pájaro, se
correspondía perfectamente con... ¡un pequeño avión!
El piloto nos miró, nos sonrió y nos dijo:
-Así es. Este es tal vez uno de los mayores
misterios. No está incluido en la ruta normal que hacemos para todos los
turistas porque se encuentra un poco más alejado. De hecho, no es el único
dibujo que no mostramos al público en general… Solamente los enseñamos en casos
excepcionales y yo os lo he mostrado a vosotros porque veo que manifestáis un
interés muy especial por estas líneas. Otros hubieran desistido de volar y,
aunque a regañadientes, hubieran seguido su programa sin más. Espero que mi
regalo os haya complacido.
Ahora sí que estábamos consternados. ¿Se puede saber qué significado podía tener aquel dibujo? Ya sé lo que pensarán muchos. “es un efecto óptico. Todos sabemos que, según la perspectiva con que se mira un dibujo o un objeto, este puede cambiar de forma. Pero no. No se trataba de un efecto óptico. El piloto dio las dos últimas pasadas con gran precisión y a una altura un poco menor que para los demás dibujos, y pudimos observarlo detenidamente y desde todos los ángulos. Y por incomprensible que resulte, estaba bien claro que aquel pequeño dibujo se correspondía perfectamente con un pequeño avión con las alas extendidas. Incluso se podía distinguir el timón de cola.
Realmente ninguno de nosotros tenía palabras para
describir la sensación que nos embargaba.
¿Por qué no había oído hablar de aquellos últimos
dibujos que nos había mostrado el piloto? ¿No sería que ya iba siendo hora de
que nos planteáramos re-escribir toda la historia de la humanidad y que
diéramos el valor que se merecen a todos estos signos que apuntan a que tal vez
nos hemos “olvidado” de algo? ¿Por qué los científicos e historiadores en
general se enfadan tanto cuando se plantean atrevidas hipótesis que no
concuerdan con las suyas? ¿Qué se oculta tras esta férrea defensa de una
versión de los orígenes de la humanidad y su historia que muchas veces no se
tiene en pie por ningún sitio?
Yo ya no sé qué pensar, pero de lo que sí estoy
completamente segura es de que, con lo que vi durante aquel corto sobrevuelo de
las Líneas de Nazca, mi visión de la
historia antigua y mi credibilidad de las teorías oficiales, más o menos
aceptadas por todos, sobre el origen y el motivo de todos estos enigmas, iba a
cambiar para siempre.
Lo que vi aquel día, y lo que llegué a descubrir
durante los días que duró mi viaje a Perú, supera todo lo imaginable. Y lo más
triste de todo es que nadie se ha molestado en estudiarlo con la profundidad
que se merece, objetivamente, sin pensar en ningún momento que pueda ser una
locura y sin descartarlo a la primera de cambio porque no se adapta a los
conocimientos que tenemos hasta el momento de unas culturas de las que, en
realidad, nadie conoce sus auténticos orígenes. Debemos pensar que, todas estas
antiguas culturas, normalmente tienen unos orígenes que se pierden entre las
brumas de un incierto pasado. Tampoco debemos olvidar la gran cantidad de
mitos, historias y leyendas que arropan estos inciertos e ignotos orígenes.
Cuando inicié este viaje tenía muy claro cuál era
mi objetivo: ver por mí misma aquello que otros habían estudiado y valorado,
ampliar mis conocimientos, empaparme lo más directamente posible de estas
ancestrales historias y conocimientos que, si no hacemos nada por impedirlo, se
acabarán perdiendo para siempre, borrados por esta marcada cabezonería por
mantener unas conjeturas que está visto habría que revisar de arriba abajo.
Y debo aclara que mi objetivo quedó cumplido con
creces. No así mis ansias por encontrar un sentido a ciertos enigmas que, lejos
de satisfacerse, aumentaron más y más, hasta desbordar mi mente y mi
imaginación.
Mientras volvíamos al aeródromo, me di cuenta que,
muy a pesar mío, jamás cumpliría mis objetivos de hallar explicaciones a
determinados enigmas. Muy por el contrario. A cada pregunta que conseguía
responder, se abrían otras muchas ante mí.
Mientras me despedía del piloto, señalando con su
mano en dirección a las pampas que habíamos sobrevolado, me dijo una frase que
me acompañaría en todas mis investigaciones:
-“Es una hazaña que desafía la razón...”-
¡Y bien cierto que desafiaba la razón!
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